El auge de las redes sociales ha redefinido la forma en que las personas compran. Sin embargo, un movimiento emergente conocido como «desinfluencia» busca cambiar la narrativa promovida por los influencers tradicionales. ¿El objetivo? Fomentar hábitos de consumo más conscientes y responsables.
Todo comenzó en 2019, cuando Diana Wiebe, una usuaria promedio de redes sociales, adquirió unos rizadores sin calor tras ser influenciada por recomendaciones en TikTok. La experiencia, sin embargo, resultó decepcionante. «Interrumpieron mi sueño y solo los usé una noche», relata Wiebe. Desde entonces, su perspectiva cambió radicalmente: hoy se ha convertido en una influencer que aboga por el consumo consciente.
Con más de 200.000 seguidores en TikTok, Wiebe invita a sus seguidores a reflexionar antes de adquirir productos, cuestionando si realmente los deseaban antes de verlos promocionados. Este cambio de enfoque rechaza la cultura del «haul», popularizada en YouTube, y ha ganado fuerza con hashtags como #deinfluencing y «consumidor consciente», acumulando más de mil millones de visualizaciones en TikTok.
¿Un nuevo concepto cultural?
A medida que avanza el 2025, Wiebe observa una transición cultural en el consumo. «Los influencers han alcanzado su pico de popularidad», afirma, señalando cómo plataformas como TikTok han fomentado una saturación de contenido promocional. Este cambio, según Wiebe, refleja una creciente conciencia sobre el impacto del consumismo.

En paralelo, creadores como Christina Mychaskiw han adoptado filosofías similares. Mychaskiw, quien superó una deuda de 120.000 dólares canadienses ocasionada por gastos impulsivos, ahora aboga por un enfoque equilibrado: darse gustos ocasionales mientras revisa su propio inventario antes de adquirir nuevos productos.
Mas allá del consumismo
El movimiento de «desinfluencia» no solo aborda el consumismo, sino que también denuncia las implicaciones de la moda rápida. Según la estilista Lucinda Graham, «el estilo personal requiere paciencia y elecciones conscientes», enfatizando que la calidad y autenticidad de un vestuario elegido cuidadosamente supera las tendencias efímeras del mercado.

Mientras tanto, voces como la de Aja Barber, autora y defensora de la sostenibilidad, destacan el impacto ambiental del consumo excesivo. Con más de 100.000 millones de prendas producidas anualmente, y más de la mitad terminando en vertederos en menos de un año, la necesidad de replantear nuestros hábitos es evidente.
Tener un futuro consciente

Si bien el alcance real del movimiento «desinfluencer» en las marcas sigue siendo incierto, iniciativas como esta están sentando las bases para un cambio cultural que trascienda las redes sociales. Barber concluye: «Es momento de ser realistas sobre el daño del consumismo sin control. Cada uno de nosotros tiene un papel en esta transformación colectiva».